Siempreviva: El acoso es un problema

La reforma presentada al Artículo 13 a la Ley General de Acceso de las Mujeres a una vida Libre de Violencia, reconoce el acoso en los espacios laborales y docentes. Con todas las dificultades y a pesar de que ya la Suprema Corte de Justicia se ha pronunciado al respecto. Falta reconocer el acoso como parte de la violencia en la comunidad. Es, por lo tanto, un primer paso en esta tarea que no es fácil, porque se trata de erradicar todas las formas de violencia contra las mujeres en los distintos espacios e instituciones de nuestro país.

            Así como La LGAMLV reconoce los tipos y modalidades de la violencia como la física, emocional, psicológica, sexual, económica, laboral, política y docente, el acoso es, evidentemente, una forma de violencia que evidencia un desbalance de poder en el que una persona amedrenta de alguna forma a otra.

            El acoso sexual es un fenómeno que, a pesar de ser una agresión directa en contra de alguien, se ha normalizado hasta el punto de sorprender la denuncia del mismo. Es un comportamiento que, más que invisible, es común en las interacciones cotidianas y afecta la vida de la mayoría de las mujeres en nuestro país. La normalización del acoso sexual en nuestra cultura ha provocado que las personas no sean conscientes de que es un problema ampliamente difundido, y que se den explicaciones socialmente válidas que lo perpetúan.

La sensación de inseguridad en las ciudades y comunidades, no deriva únicamente del crimen y la violencia, sino de una combinación de factores que incluyen temas sociales, económicos, culturales y domésticos, como la pobreza, el desempleo, la violencia urbana, la actividad delictiva, la desigualdad entre hombres y mujeres, el racismo, la xenofobia y la trata, entre otros.

En un estudio realizado por David Martínez y Mariana del Carmen González, de la Universidad Iberoamericana León, en Los Castillos, las y los investigadores exploran desde una perspectiva de los derechos humanos y de género, el derecho a la ciudad.  Y en particular, estudian el derecho a los espacios públicos y la libertad de las mujeres en ellos. Y si pensamos que las mujeres tenemos derechos en ellos, pues nos hemos equivocado, porque este trabajo, lo que nos muestra que el acoso en la vía pública es una vivencia que desde niñas la padecemos. Y digo la padecemos porque los testimonios que nos presentan nos muestran cómo antes estas situaciones de acoso -que son violencia- iniciamos a vivir con miedo y temerosas de los hombres. Y me pregunto ¿En qué momento les perdemos el miedo y la vergüenza? porque después nos piden que nos enamoremos de ellos,  vivir con ellos y hasta tener hijos con ellos. Esos que quizá acosaron a mujeres en sus propios hogares o en los espacios públicos, que son conocidos muchas veces y desconocidos otras tantas. Dicen las y los autores de este trabajo, acosar a una mujer desconocida en la vía pública, surte el efecto simbólico de alimentar esa masculinidad hegemónica y probar la virilidad.

Y es que el acoso contra las mujeres modifica su libre desenvolvimiento en la ciudad; lo cual implica que modifiquen rutas, horarios, vestimenta e incluso que decidan no salir al no saberse seguras. Es nuestro deber, desde este poder legislativo, trabajar para encontrar herramientas que contribuyan a que las mujeres podamos sentirnos y estar seguras; educar y re educarnos contra la normalización del acoso y la violencia y fomentar mecanismos que lo sancionen.

            Considero fundamental y necesario avanzar para erradicar la violencia, no nos vamos a acostumbrarnos y normalizarla, la violencia y el maltrato son un problema que lastima el tejido social y tenemos que atajarlo de manera frontal. Es un problema y hay que nombrarlo como tal.

Por María Candelaria Ochoa Ávalos
Publicado originalmente en MX Político